sábado, 16 de septiembre de 2006

Discoteca para feos

Algún día me gustaría que, por un día, para variar, las discotecas fueran un sitio para feos.

Sé que nunca ocurrirá, pero ¡qué gran día sería ese! Un sitio donde la pija estupendísima no podría entrar pero su amiga bajita fea gorda y con granos sí, donde los tipos con zapatos y camisa de Armani tendrían prohibida la entrada, y las camisas hawaianas más insoportablemente horteras serían vendecidas al entrar. Un sitio con camareras feas y con mala leche reprimiendo continuamente su impulso de saltar sobre la barra y asesinar a unos cuantos clientes. Un sitio donde las barbas de cuatro días se tolera y el aspecto de haber dormido en el sofá con la ropa puesta es perfectamente aceptable. Un sitio donde diez greñudos vestidos de negro se puedan plantar sin que el simio pelón de la puerta no sólo no les niegue el acceso sino que les abra la puerta con una reverencia. Un sitio donde no es pecado mortal no haberse afeitado o no haberse depilado las piernas y los sobacos.

Un sitio, ya de paso, donde los propios clientes no calculen tu valor como persona a partir del precio de la ropa que llevas puesta.

Jamás ocurrirá, y sin embargo, ¡cómo me gustaría!

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